Desciendo.
Me agudizo.
Metálicos sonidos me perturban.
Ecos desmesuradamente abiertos
se vierten a la espina
de un caracol ardiente.
Un recóndito vértigo me asalta.
Arde la piel ,
la sangre bulle.
Ausencia de silencios me precede.
De pronto el estertor del monstruo cesa,
el gusano metálico murmura,
restalla su latido y retrocede.
A borbotones
en el túnel
la prisa abre sendero.