A las 12 del día
- visitante insolente -
el gato abría la puerta.
Inundaban la estancia sus maullidos.
El sol era jinete en su pelambre.
La cola,
e
n
h
i
e
s
t
a,
signo de admiración entre tus piernas.
La mirada del gato
y tu mirada
sin pudor acechaban mis silencios.
Hoy enhebran mi mente los maullidos,
el sol
-chispa de risa abierta en tus pupilas-
y el giro impertinente del felino
ocupando mi sitio en tu regazo.